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¿Nación o civilización?

Personas caminan por calles del Centro Histórico de la CDMX en imagen de archivo. Foto
Personas caminan por calles del Centro Histórico de la CDMX en imagen de archivo. Foto Cristina Rodríguez
01 de julio de 2025 00:05

Esta pregunta parece trivial; incluso ingenua. 

Sin embargo, como veremos, encierra un dilema que tiene repercusiones sustanciales en muchos campos de la vida individual y colectiva. A diferencia de una nación, el primer rasgo de una civilización es su muy largo torrente histórico que suele abarcar miles de años (primera evidencia).

Durante ese lapso se llevan a cabo sendos procesos de domesticación (segunda evidencia). La domesticación es un proceso coevolutivo en el que las sociedades domestican a la naturaleza, al mismo tiempo que la naturaleza domestica a las sociedades. Las sociedades a su vez domestican por igual especies y espacios (tercera evidencia). En el primer caso se trata de la manipulación genética de plantas, animales y hongos, mediante la cual se van privilegiando rasgos o caracteres favorables a los seres humanos. En el segundo se modifican paisajes, vegetaciones o ecosistemas a través del manejo de las especies, la modificación del terreno y la conducción del agua.

Por todo lo anterior los actores sociales de una civilización poseen una memoria que puede ser individual o colectiva, que les dota de una fortaleza frente al presente y el futuro (cuarta evidencia).

A diferencia de una civilización, una nación no presenta procesos como los arriba señalados o bien los presenta de manera marginal.

Todo lo hasta aquí narrado se encuentra documentado por investigaciones procedentes de la arqueología, paleontología, etnohistoria, historia, etnobiología, etnoecología y otros campos de estudio.

Consideramos que mapear estas diferencias en los países actuales del planeta revelan una cartografía novedosa y tajante. La línea traza una diferencia tácita con múltiples repercusiones. Veamos el caso de América, donde se pueden identificar dos civilizaciones: Mesoamérica y los Andes. Mientras la primera comprende a México y buena parte de los países centroamericanos, hasta el norte de Costa Rica, la segunda incluye a Perú y Bolivia y parte de Ecuador. Estados Unidos, Canadá, Brasil y Argentina, son meras extensiones colonialistas de Europa, que existen como países tras el exterminio o reducción de los pueblos originarios, similarmente a lo que hoy hace Israel con Palestina, Siria, Líbano e Irán.

Las naciones son por lo común entidades dominadoras e imperialistas, las civilizaciones no, pues se nutren de su propia larga y rica historia cultural. 

Para el caso de América destaca la obra clásica de Darcy Ribeiro, Las Américas y la civilización, publicada en 1969 donde traza de manera magistral lo que arriba señalamos. Lectura obligada.

Por el resto del mundo otros focos civilizatorios han tenido que enfrentar y resistir agresiones similares.

Este es el caso de las tres principales civilizaciones africanas que surgieron en torno al río Nilo: Egipto, Kush y Aksum. En India destacan al menos cuatro principales civilizaciones la Harappa, la védica, la Maurya y la Gupta. En tanto, en China, históricamente aislada, una sola civilización ligada a los ríos dio lugar a toda una secuencia de dinastías. Termino señalando el cuestionamiento que hizo Enrique Dussel de la supuesta centralidad civilizatoria de Europa como un foco universal del mundo moderno (https://biblioteca.clacso.edu.ar/clacso/sursur/20100708040738/4_dussel. pdf). Su argumentación es clara y contundente. Por todo lo aquí escrito, considero que estamos ante la posibilidad de una nueva mirada descolonizadora.

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