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El nuevo mercantilismo

Detrás del superávit comercial de China está un desplazamiento productivo desde Estados Unidos. Foto
Detrás del superávit comercial de China está un desplazamiento productivo desde Estados Unidos. Foto Afp
19 de mayo de 2025 00:46

Los gobiernos de China y de Estados Unidos negocian para superar la guerra de tarifas en el comercio internacional y, así, conseguir establecer patrones de ajuste de los desequilibrios económicos y financieros que se han ido acumulado a lo largo de varias décadas. Detrás del superávit comercial de China está un desplazamiento productivo desde Estados Unidos y, a la vez, una acumulación del ahorro en la primera, frente a un exceso de deuda en el segundo; focos éstos del conflicto que se ha desatado. 

El exceso de ahorro en la economía internacional aparece preferentemente en los casos de China, Alemania y Japón y se compensan en mayor medida por el exceso de gasto en Estados Unidos. Algunos números ilustran la situación. Aquellos tres países tuvieron un superávit en las cuentas externas del orden de 884 mil millones de dólares en 2024, mientras Estados Unidos tuvo un déficit de mil 134 billones. Esa es la magnitud de las cuentas que definen las disputas que están ahora abiertas. 

El asunto, como lo plantea Martin Wolf, principal comentarista económico del Financial Times, consiste en que el exceso de ahorro de los países superavitarios no se absorbe mediante el gasto en inversión en otras economías. En cambio, son compensadas por el financiamiento de la economía estadunidense, principalmente la deuda del gobierno. Lo que ocurre es que el superávit de ahorro de algunos países no se convierte en inversión productiva en otras partes, lo que haría crecer también el gasto de consumo. 

La cuestión se ha expresado como el impacto de largo plazo que han tenido el comercio exterior y las medidas de política industrial sobre las condiciones del sector manufacturero en Estados unidos. Y este es el punto de apoyo de las medidas de ajuste que se están implementando y de lo que se desprenden las medidas de presión, como ocurre con las tarifas y las negociaciones que se han ido pactando. Al respecto, Michael Pettis, economista afincado en China y profesor de finanzas en la Escuela de Administración Guanghua de la Universidad de Pekín, sostiene que “mientras Estados Unidos siga desempeñando el papel de consumidor global de última instancia; mientras continúe registrando enormes déficits que absorben hasta la mitad de los excedentes comerciales del resto del mundo, será poco probable que se provoque una renovación del conjunto de las manufacturas”. Los déficits comerciales se asocian con el nivel de la producción industrial; a mayor déficit, menor es dicho producto. 

Otro aspecto que debe considerarse es que lo relevante es sostener el éxito exportador en la creciente productividad y no en la supresión de los costos laborales. Si se consigue elevar la productividad tenderán a subir los salarios; este proceso impulsa el gasto de consumo y, finalmente, aumenta el nivel de las importaciones. Un excedente comercial significa que la demanda interna es escasa e insuficiente para absorber el equivalente de lo que produce. 

Sin un balance macroeconómico en las transacciones comerciales y financieras, los déficits persistirán. Esto requiere reducir los déficits fiscales. El ajuste en China es necesario para disminuir el exceso de ahorro. Este tipo de ajustes tienen sus propias complicaciones. En la década de 1980 se presionó a Japón para que redujera su exceso de ahorro; el Banco de Japón aplicó rebajas en la tasa de interés para impulsar la demanda interna, lo que produjo un exceso especulativo en el mercado inmobiliario, que finalmente estalló y provocó una crisis financiera. 

El caso de Alemania ha sido tratado recientemente por el analista Wolfgang Münchau en un libro titulado Kaput: el fin del milagro alemán. Ahí señala el estancamiento del crecimiento, el alto costo de la vida y, aun, el cuestionamiento de la viabilidad del modelo alemán de la posguerra. 

La debilidad estructural proviene de la fijación con las manufacturas (con énfasis en la producción de autos), la dependencia de la importación de energía de Rusia, las exportaciones a China, la escasez de trabajo calificado, un exceso de burocracia, el lento desarrollo de la digitalización y lo que llama un “sistema financiero parroquial”, además de la desatención a la inversión en infraestructura. 

Lo que existe, según la apreciación de Münchau, es una “obsesión nacional con el modelo económico neomercantilista que se centra en la exportación de autos de alta gama, productos químicos y herramientas mecánicas. Hay un elemento que añadir y consiste en la históricamente alta tasa de ahorro y los excedentes en la cuenta de capital. Los hogares ahorran en lugar de consumir más, lo que incentiva a las empresas a exportar. La aversión a la deuda es el otro lado de la moneda de la presión por exportar. Este es otro caso que ilustra el desbalance del ahorro en la economía internacional y las dificultades para impulsar una reindustrialización que no persiga el superávit comercial y el ahorro en lugar del consumo.

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